Ni muerto te olvidaré by Lou Carrigan

Ni muerto te olvidaré by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 2019-02-14T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Estaban desayunando huevos fritos con tocino cuando sonó el teléfono en la sala de la casa. Se miraron y Winston murmuró:

—Ésa debe ser Lola, que ha encontrado un teléfono adecuado, tal como le indicaste. Vamos allá. Pero contesta tú.

Fueron a la salita, y Paula atendió la llamada. Era Lola, en efecto, y Paula le pasó el auricular a Winston.

—Lola, cariño, ¿cómo estás?

—…

—Ya verás cómo te irás serenando. Esto te pasa por ser tan emotiva: las chicas como tú, que se dedican a la profesión de amantes, deberían ser menos afectuosas.

—¿…?

—Mujer, claro que yo también siento lo ocurrido a Walter, y a decir verdad me va a costar una bronca que me lo hayan matado ante mis narices, pues vine a Italia precisamente para ayudarle, pero ¿qué puedo hacer? En lo personal, no me importaba tanto como a ti, no vamos a engañarnos, ¿verdad? Dime una cosa: ¿dónde estás exactamente ahora?

—Bien. ¿Te has asegurado de que nadie te seguía?

—…

—De acuerdo, de acuerdo, ya sé que no eres ni mucho menos una Mata Hari. Otra cosa: ¿acostumbrabais invitar policías cuando dabais una fiesta?

—…

—No, ¿verdad? Entonces, dime: ¿qué hacía allí el inspector Scorza y sus dos colegas?

—…

—No tienes ni idea… Claro. Y Walter tampoco los invitó, si no acostumbraba a hacerlo.

—…

—Está bien. Escucha, Lola, yo estoy ahora en una casita en el campo, cerca de un pueblo llamado Monterotondo, al Norte de Roma, a unos veinte kilómetros. Te voy a explicar con detalle cómo se puede llegar a ella. Luego, regresas a tu hotel y llamas por teléfono al inspector Scorza… ¿Sabes dónde localizarlo?

—…

—Estupendo. Tendrás que contarle un cuento chino a ese policía, para atraerle a este lugar. Insistirás que tiene que acompañarte él solo. Y para convencerlo puedes decirle que te he llamado por teléfono al hotel, para pedirte ayuda para escapar de Italia con el sobre que me llevé. Dile que te he dicho que con ese sobre tú y yo podemos conseguir mucho dinero, y muéstrate enfadada conmigo, di que no esperabas una cosa así de mí, en fin, déjame hecho un asco. ¿Podrías hacerlo? Piénsalo bien, porque si no te ves capaz…

—¿…?

—Francamente, sí, pero que Scorza tiene algo que ver en este asunto. Pero, quiero asegurarme. No le digas que estoy en este lugar, sino que te he citado aquí esta tarde. Eso le hará venir, confiado, para tenderme una trampa cuando yo llegue. ¿Lo estás entendiendo, Lola?

—…

—Bien. Entonces, escucha atentamente a fin de que puedas encontrar esta casa…

Tres minutos más tarde. Winston Yates colgó el auricular, y regresó a la cocina, acompañado de Paula, que había estado a su lado en todo momento.

—Los huevos están fríos —masculló Winston.

—¿Qué piensas hacer con Scorza? —murmuró Paula—. Lo que sea necesario.

* * *

Era poco antes de mediodía cuando el inspector Renato Scorza detuvo el coche en la pequeña explanada entre la casa y el alargado cobertizo, desde el cual, cuando apagó el motor, llegó el cacareo de alguna gallina. Un poco más allá se veía un trozo de terreno bien cuidado, con plantas verdes que Scorza supuso que eran lechugas; no tenía ni idea.



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